La alegría es un estado
razonable
acomodado a las
necesidades del día
importante para
desarrollar músculo en las mandíbulas
y espasmos de absurda
incongruencia anatómica.
En cambio la tristeza
es un estado definitivo
que se sale de lugar
y explora el lado oscuro
del cuerpo
nuestra noche
nuestra luna interior
importante para desarrollar
el músculo de la
supervivencia
aunque puede degenerar en
adicción
si es que no se sabe
controlar
el flujo lacrimal
y las ganas de
desaparecer.
Al final ambas emociones
no son nada al lado de la
apatía
que desciende hasta el
sótano de nuestras entrañas
en donde todo es viscoso
y el mismo corazón cambia
sus latidos
por un lento goteo que
provoca
la repentina aparición del
único ser
que nos podría devorar en
un “santiamén”
la inercia
animal de cien patas que
no sabe andar
y cuyo primer paso
nos llevará al fin de
nuestra existencia.
© Adrián
feb 26, 2015
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