Las sombras, apropiándose
del cuerpo
abrazándolo en
silencio porque son más de una
hacen de las suyas
cuando no estás mirando.
Lentas de luz se
evaporan en tus manos cuando saludas
te odian cuando
apagas el interruptor o cuando
matas la claridad
cerrando los ojos.
Una a una les
gusta moverse detrás de ti en secreto
porque hay muchas
a cada instante
solo un cuerpo pero
miles de ellas acompañándote.
Pálida de luna se
queda alguna
cuando hemos
dejado entrar de soslayo
el aroma
inesperado de la noche.
Los olivos de
plata visten su cuerpo
y sale a
reflejar su encanto
el astro ciego en
flor.
Parodian las ranas
el juego de sombras
que saltan sin sentido
sobre la piel aflictiva
es el dolor de
estar quedándose a solas.
La voz de una de
ellas te salmodia
y a coro su
oración llorosa te abre
la delicada puerta
de los miedos.
Bruna y áspera se
esconde en tu cuello
para lanzarse
sobre el primero que te hable
de sauces, lagunas
o espejos.
La custodia un
silencio de fragua
un surtidor de
oscuridades claras
y tu la reverencias
como si fuera dueña de tu aliento
Se impone del sol
pero no cabe
se impone la
densidad de un candelabro
y allí está ella
vestida de asfalto
abstraída en el
follaje del silencio
entre la vereda y
el dintel
entre las
comisuras del cuerpo tendido
Desmayan
comprimidas en atuendo de plata antigua
la boca de un león
la rama de un árbol la nube
que anuncia la
obscuridad del tiempo…
…siseando las
sombras se alejan de tu cuerpo
anunciando la próxima
estación de tu piel
el próximo sueño a
soñar.
© Adrian, para el Abuelo Carlos Maria, padre de mi Madre, poeta romántico y simbolista del sur.
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