19 febrero 2012

... Tengo un sueño ….



… sueño con un baile de heridas
cada cuerpo que se mueve es una abertura un espacio
es carne viva, una entrada al dolor o un recuerdo.
De repente dos de las heridas se detienen
se convierten en cicatriz y se sientan a descansar.

Mis dos abuelos, que nunca se conocieron
-por vivir muy lejos uno del otro, en tiempo y espacio-
siempre quedaban perplejos frente al océano.

Al abuelo de piel canela, descendiente de Mochicas
con su pizca inevitable de Español,
que vivía más al norte -por así decirlo-
desde joven le gustaba sacar caracoles y lapas de la orilla rocosa,
los comía con un chorro de limón mirando las olas del Pacífico
mientras pensaba inventar algo único
que sería un buen negocio para mantener a la familia.

Al abuelo de piel blanca, con su toque de oliva
descendiente de italianos, alemanes y españoles,
que vivía más al sur –digámoslo así-
desde joven gustaba de inhalar bocanadas de “aromar” del Atlántico
así llamaba a la brisa por ser poeta simbolista de aquellos tiempos
inventando palabras para sus futuros libros
siempre añorando tener una familia.

Ambos coleccionaban cosas.
Mi abuelo del Pacífico, clavos en frascos de vidrio, botones de metal
creó pomadas secretas para las arrugas y hasta dicen que inventó la lejía.
Mi abuelo del Atlántico, relojes de arena, monedas de dos caras
y escribía poemas a las frutas, los santos y las muchachas.
Ambos querían viajar y visitar lugares exóticos, pero nunca lo hicieron.

En una ciudad llena de cúpulas doradas, libélulas y papalotes,
sentados los abuelos, en su café favorito, por fin conversan.

“Galileo Galilei, el mensajero de las estrellas, me ha dicho en sueños”
dice uno de los abuelos “Ahora se suficiente sobre rituales
para entender que hay que rendirse ante al tiempo cósmico”

“Ventana!” Grita el otro abuelo y se levantan de golpe a mirar
algo que sucede en una ventana a lo lejos.
Llega volando un hombre elegante
vestido de negro con enormes alas blancas,
entra a una habitación dorada en donde hay una cama de luz
en la que yace una bellísima mujer que duerme placenteramente.
“Es Psyque” dice uno de los abuelos “Sí” afirma el otro
“y Cupido, que está locamente enamorado de ella
usa su magia para pasar desapercibido e infiltrarse en su recámara…”
“La raptará y llevará hasta un palacio de sirvientes invisibles”
y los dos al unísono “Mmmhhhhh”
“Durante el día ella estará sola” agrega uno de ellos
“pero al llegar la noche” dice el otro “Cupido la visitará
y le hará el amor hasta el amanecer”
Ambos se sientan en mecedoras que acaban de aparecer.

Mientras se mecen, uno de ellos piensa “Esto parece un sueño”
“Pero quizá no es nuestro sueño” replica con el pensamiento el otro
“Parece el sueño de alguien más” piensan los dos.

Se miran a los ojos tratando de reconocerse.
Uno de ellos preocupado dice “Confieso que mi cuerpo entero
padece de una antigua enfermedad violeta”
a lo que el otro agrega “Yo confieso necesitar de un Dios
para poder quejarme de todo, para contradecirlo,
retarlo y después dejar de creer en él”.

Sonríen brevemente y continúan
“Una vez me rompí el hueso de un dedo de la mano izquierda
y no me di cuenta sino hasta el día siguiente”
el otro le responde
“Yo soy incapaz de leer hasta el final las novelas”

Los abuelos empiezan a sospechar que son suficientes confesiones
y en un gesto inusual -de ambas partes-
se abrazan por primera y última vez

“Hoy alguien dirá que me has robado el sueño”
dice uno de ellos “Serás tu el ladrón” dice el otro
“Bla bla bla” le responde
ambos sonríen y se sientan en la orilla de un acantilado
que no estaba allí hace un segundo.
Las olas se transforman en hojas y las hojas
en plumas y las plumas en nudos y los nudos
en ganchos de ropa que no quieren dejar escapar las ideas del jardín…

Descubro dos cicatrices en el envés de mi mano izquierda
nunca antes las había visto, las toco con mi mano derecha y se mueven
me asusto y despierto
sin recordar mi sueño.


© Adrián, Feb. 2012
(Sueño posible gracias a las influencias de Borges, Inmaculada Luna, Elena Poniatowska, Neruda, Cortazar, Capote, Eielson, Kerouac y una pintura de Erika Meriaux)