31 enero 2012

¿Qué es Poesía?



Existe un pequeño pueblo sin asfalto, junto al mar,
con siete faros y tres acantilados,
sus pobladores no conocen la nieve
pero distinguen el ruido de cada una de las hojas
que cae en el parque central
porque ellas tienen un nombre
y son recogidas y guardadas cuidadosamente
en pequeñas urnas transparentes
y colocadas en la biblioteca de hojas de la calle principal
donde cicatrizan sus heridas y
se estudian sus nervaduras con vehemencia.
Cualquier poblador o visitante extranjero
puede entrar y leerlas e inclusive tocarlas.
El bibliotecario de hojas muertas
recomendará a los visitantes
cerrar los ojos y deslizar con sumo cuidado
las yemas de los dedos índice y pulgar
apretando casi sin apretar
para poder sentir la acumulación de imágenes
que cada hoja guarda en su cuerpo.
Siempre hay incrédulos que dan media vuelta
y se pierden la experiencia
hay algunos visitantes que salen corriendo
después de haber visto imágenes inexplicables,
pero hay quienes disfrutan hasta las lágrimas.
Así que…
En un pequeño pueblo junto al mar
lleno de faros y con las calles sin asfaltar
las hojas muertas saben contar historias.




imagen y poema
© Adrian, 1:31am, 31 Enero

22 enero 2012

Porquededondequecuando



¿Qué hacer cuando una pregunta no tiene respuesta?
¿Cómo burlarse del espejo sin burlarte de ti?
¿Cuántas veces hay que tocar la puerta para que se abra?
¿De dónde viene el aroma del silencio?
¿Tiene aroma?
¿Cómo limpiar el polvo de estrellas?
¿Qué ruido hacen las nubes al rosarse?
¿De qué color es el vestido de la muerte?
¿Qué hacer cuando una pregunta tiene demasiadas respuestas?





©imagen/texto por adrian

19 enero 2012

Se trata de sonidos...



Después de que mi madre murió
creo que puedo hacer música con cualquier objeto
atravesar las puertas sin abrirlas
y hasta comer el pan sin que el pan exista.

No es cosa de luto o calamidad
se trata de sonidos, por ejemplo,
el de la nieve detenida en los árboles
parece que no suena
pero hay que acercarse y pegar la oreja al tronco.

Los pájaros cuando duermen
sueñan que hablan y dicen cosas raras
y al despertar no entienden “ni pio”
porque no pueden aceptar que eso es posible.

Es como si el aire se hubiera alimentado del aliento
de las cosas inanimadas y de repente todo suena
cada vez que empuño el lapicero en la libreta
cada vez que aprieto las teclas o hago un silencio, todo cuenta.

Pensé que seria buena idea seguir los últimos deseos de mi madre,
las cenizas esparcidas en Castelar sonarían como las hojas
cayendo del limonero de su infancia
ese que ya no existe pero estuvo allí, tengo testigos.

Sería como reconstruir el árbol derribado
como apagar el fuego que quemó su cuerpo
como extraer el monstruo que habitó sus entrañas
como apagar las velas de un cumpleaños que faltó celebrar.

Es como si el aire se hubiera apoderado de mis esfuerzos
y escribo congelado y feliz de saber que no hay medida para la vida
sólo para el sonido que la vida expele cada vez que dice Ding dong
y respondemos clunk clank…


© imagen María López, texto Adrian, primeras horas de enero19

07 enero 2012

A veces ángel a veces árbol



A veces mi árbol sale a volar
y se topa con pájaros nocturnos que lo miran raro
como si fuera un ser extraviado, pero mi árbol
conoce la ruta para visitar aquella Cumulonimbus
de la cual estuvo enamorado una vez, y se adentra en su cuerpo
imaginando que es helado de vainilla.
A mi árbol y le gusta jugar a las escondidas
con los albatros trasnochadores
y visitar de sorpresa la isla en medio del lago
y la luna en medio del cielo.
El poder de mi árbol está en su corteza
donde lleva escrita las iniciales de los enamorados
que hirieron su cuerpo con el sólo propósito de no olvidar un beso.
A mi árbol le gusta despeinarse en pleno vuelo
y abrir sus ramas de ángel para saludar a los caballos salvajes
las ranas, vicuñas, dragones y unicornios que habitan la madrugada.
Una vez se le trepó una ardilla y le hizo cosquillas
mi árbol muerto de risa aterrizo en mi patio y me pidió ayuda
así fue como lo conocí
así fue como se quedó a vivir en el jardín de enfrente
y aunque de día se disfraza de árbol tímido y llorón
de noche sale a volar por el mundo
a repartir calabrinas y sutercaplias
cosas que inventa en su vuelo mientras nos mira a lo lejos
sabiendo lo que es volar de verdad.

© imagen y texto de Adrián
(siete de enero del dosmildoce)

05 enero 2012

LA NUEVA MÁQUINA DEL TIEMPO



Un niño viaja en el tiempo a través de las gotas de lluvia que caen en su rostro. No sabe con precisión cuando fue la primera vez que lo hizo y es difícil aceptar el hecho de estar en diferentes lugares con el sólo toque del líquido elemento que emana del cielo. De pronto está aquí y al minuto siguiente en un lugar distinto. El ahora se imagina un ser del futuro, pero es probable que provenga de muy atrás en el tiempo; suele asombrarse con cada nuevo paisaje que ve, cada persona que conoce, cada experiencia que vive. Probablemente un día hace miles de años, mientras se guarecía de una tormenta, recibió un gota de lluvia en su frente, la cual le hizo cerrar los ojos y viajar sin freno hasta el más lejano rincón del futuro; un universo poblado de extrañas maquinarias y seres espeluznantes, aunque dicho adjetivo ni siquiera existiera en aquel tiempo. Posee un recuerdo que le asombra. El cree haber estado en un futuro en donde el agua creaba paredes y techos, donde la gente vivía; allí (en las paredes) se guardaba toda la información del pasado (y quizá también del futuro) fluyendo en forma líquida y convirtiéndose en imágenes al tacto. Después de visitar las casas de agua, viajó siglos atrás, a un lugar de aroma vegetal. Recuerda haber acariciado los árboles y sentido cómo sus huellas digitales se mezclaban con las nervaduras del árbol, pudiendo viajar más profundamente, hasta los intrincados rincones de la planta. Se vislumbra caminando todo el día por un “sendero de jardines que se bifurcan” perdiéndose sin perderse, encontrándose a sí mismo en cada curva. Al anochecer, recuerda haber entrado a una casa iluminada por velas y ser testigo de una pelea verbal entre dos personas que no sabe quiénes son, y en un idioma que definitivamente no conoce. Aquellos seres no se percataron de su presencia, el niño se escabulló por una ventana ovalada hasta el techo; allí decidió descansar sentándose en el borde, y observó los grandes árboles de un tiempo en donde no había postes de luz o aviones circulando el cielo. La luna llena iluminaba el campo, y de repente el cielo tembló, y las primeras gotas fueron a parar en su rostro, así continuó sus periplos. A pesar de su enorme cuantía de viajes en el tiempo, este niño parece no tener el “tiempo” suficiente de adaptarse o aprender en cada lugar los idiomas y costumbres, sólo se dedica a observar los detalles del momento y a coleccionarlos en desorden en su mente. Por eso hoy, sentado en otro borde, en el edificio más alto imaginable que el ser humano puede construir, mira hacia arriba y el cielo despejado no promete lluvias en varios días, mira hacia abajo y se pregunta quién es él realmente. ¿Un visitante? ¿un pretexto para explicar la existencia del tiempo en sí? ¿un eco de alguien que sólo lo está imaginando? ¿un instrumento de calculo o una forma de medir las distancias y las diferencias?. En ese instante uno de sus bolsillos tiembla, allí guarda un pequeño frasco de vidrio azul, en donde hay una colección mixta de diferentes gotas de lluvia coleccionadas en cada uno de sus viajes, gotas que se mantienen absolutamente separadas una de otra, ya que pertenecen a diferentes tiempos y espacios, y cuya mezcla es tan inverosímil como la del agua y el aceite. Mete la mano a su bolsillo, extrae el frasco, desenrosca la tapa que es a la vez un gotero y al azar succiona una gota, la cual se coloca en el centro de la frente al mismo tiempo que se lanza al vacío desde el rascacielos. Su caída es mínima, ya que al instante siguiente yace en la orilla de una playa de arena blanca y vegetación exótica, las olas llegan con calma; a lo lejos se distingue una embarcación de grandes velas. El no quiere suponer nada, sólo esperará a que los extranjeros lleguen, quizá se trate de una travesía pacífica en busca de nuevos horizontes, o quizá lo atrapen y le quiten el frasco y no sepan qué hacer con él, quizá las gotas caigan esparcidas por las frentes de todos los tripulantes, los que terminarán en diferentes lugares del tiempo y la historia, influenciando así su curso. Tanto pasa por su cabeza que decide esconderse y esperar, pero se queda dormido y jamás despierta, quizá porque ya le tocaba dormir el sueño largo; pero vale ratificar que esto no es un sueño, esto es tan real como las líneas de la mano que todos poseemos. Tal vez se quedó dormido porque no se dio cuenta que usó la última gota y ya no hay más viajes que hacer, quizá lo hace para despistar a quien escribe sobre él, ya que no se puede develar su secreto, que seguirá siendo el mejor guardado entre los viajeros del tiempo, quizá.

© Imagen y texto por Adrián
(primeros días del dos-mil-doce)