02 mayo 2008

EL LIBRO DE LAS PIEDRAS -11-


(21)
Con mi espalda escribo un poema de memoria
uno que carga las cicatrices del tiempo recorrido
callosidad en el tercer verso
transpiración en la frente del sustantivo
poema que se niega a entrar a la maquila de palabras
y termina de huelga en mi boca cerrada
esperando la justicia del silencio.

Con los ojos cerrados y la boca quebrada de sed
he plantado la semilla y he cuidado el surco
donde la letra germina en palabra
y la palabra aprende a cruzar el río del día tomada de mi mano
tejiendo paisajes de arena y fuego
besando el aire que respira el cansancio
que se duerme de hambre al final de la segunda estrofa.

He cargado molido cortado cosido amasado
el pan de piel de papel que no necesita diccionarios ni patrones
y con el músculo abierto y la sangre en los ojos
escribo el poema de carne y hueso
ese que crece cada día en mi pecho y nadie puede detener
porque es de luz de nube de sal de agonía de gozo
es la tinta que inventa el verbo en la piedra de nuestro corazón.


(22)
lo interesante que tiene el dolor
es que es una sensación que no puedes detener
una piedra de fuego en medio del agua
con un curso determinado por la casualidad
un tiempo de duración y a veces
un propósito muy definido pero básicamente
es un recordatorio áspero de nuestra condición
de esclavos del placer


(23)
los relojes, como las piedras
nos envuelven con su aura de encanto
cuando en realidad ellos mismos
no saben de qué están hablándonos
y perdidos en la multitud de ideas
terminan refundidos en las esquinas del tiempo


(24)
el poema se expande en su elástica piel pero
no puede escapar de su encierro natural
de su intrincada arquitectura de surcos
de su pegajosa miel de palabras
que se revuelcan sin miedo
y se quedan dormidas hasta que
el poeta decida su suerte de poema o de
piedra


(25)
me pierdo
en el laberinto de piedra que es el silencio
y allí en medio me doy cuenta
que habito la palabra
como un mendigo


(26)
-para mi bella Anais-

Esta mañana las piedras se elevaron
como ligeras nubes de azúcar
despeinaron el paisaje y le contaron al viento
que ya era tiempo
de traer desde lo mas hondo
el secreto de los frutos en flor
el beso de la luna de día y la sombra tibia
del sol que habita las cuevas
para plantarlo en tus mejillas
invitando al arco iris a prestarte sus colores
para empedrar el camino del nuevo río
que cruzarás cada vez que la luna dibuje
el delicado hilo rojo
que te dicta las líneas de un poema desconocido
un poema de sal de abrazo de soledad
de duda y de gloria
vela que navega el silencio de la sonrisa
sabiduría de la flor que nace sin aviso
para dejar su huella en tus pasos
y allí está el papel blanco
esperando la palabra
de tu cuerpo


(27)
el secreto de la primera mirada está en la piedra
luego al mirar no hay secretos
el secreto de la ultima mirada está en la piedra


(28)
-acertijo de piedra-
habita la nada y es todo lo que tiene
no sabe lo que es y es codiciada
todos quieren encontrarla y no la ven porque
se refugia en las esquinas donde nadie mira


(29)
-para Marilé-

El poema grita
salta se expande en el aire
se come la nube de al lado
y transpira en tu rostro
mientras recoges la fresa cortas el caucho
amasas la harina vendes el helado
o el collar de perlas made in china.
Oh poema que eres el sudor
que nos ayuda a soportar la mala paga
quédate un rato y comparte los recuerdos de Luz
regálame un poco de esa voz y esa sonrisa
que aún late en mi corazón de piedra.


(30)
cada vez que una flor muere nace una nube
cuando la nube muere nace un suspiro
cuando el suspiro muere nace la luna
cuando la luna se va llega el silencio
cuando el silencio muere nace una mariposa
cada vez que una mariposa muere una piedra nace
y la piedra nunca se muere


(1 de mayo)
-para Fidel-

Por fin he descubierto que soy una piedra
y compruebo que mis sueños
son sólo grietas y mis palabras
la textura de un cuerpo
que en silencio perpetuo
sigue gritando sus ganas de despertar
-y una pequeña hierba crece en mi costado
sin invitación sin apuro
y la dejo-


(2 Mayo)
-para el Tano-

En el camino de regreso a casa
desde el mercado de ilusiones
y habiéndose gastado el último sol del mediodía
se detiene a recoger ese clavo
lo guarda en su bolsillo roto y en ese instante
aparece un recuerdo junto a su oreja
una voz muy suave que le canta despacito
una canción de San Pedro de Lloc
de cuando era el pequeño niño moreno
que cazaba lagartijas con su resortera
y se convierte en libélula y recorre el universo
en un segundo o en mil años
-que importa-
ya todos somos de piedra
y andamos coleccionando miradas boletos
tornillos dorados cartas de amor o alas de mariposa
que guardamos en los infinitos frascos transparentes
de la memoria.

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