21 mayo 2012

Acerca de eclipses y cosas difíciles de explicar




A veces le llamamos eclipse
a veces maldición milagro o buena suerte
a veces queremos que sea el fin del mundo
a veces sólo una forma de quedarnos ciegos
o de hacernos fuertes.

Cuando era niño, jugando canicas en el patio de la escuela,
llegó mi primer eclipse
en medio de mi mejor jugada todo se oscureció
el cielo las miradas las posibilidades de ganar
me dijeron que no mire al sol directamente
pero lo hice, mis ojos se cegaron
con un inexplicable dolor de cabeza y perdí.

El brillo apareció en mis sueños durante varias noches
esa luz me empujaba en el aire y me hacía volar
por encima de la ciudad, el bosque y el mar.
Así visité un lugar del que no puedo hablar mucho
no porque sea un secreto sino que
no hay una forma coherente de explicarlo.

Recuerdo que un día, muchos años después,
esperando un autobús de madrugada en una calle desierta
sentí la punta de un cuchillo en mi espalda
mi cuerpo se eclipsó, de repente perdí el miedo
y hablé con aquel hombre en un idioma extraño
nada me podía pasar en ese momento
era de piedra, indestructible y a la vez
liviano, casi transparente.
Me defendí con palabras escogidas cuidadosamente,
aquel entendió que yo sólo era un estudiante
con "un sol" en el bolsillo y se marchó molesto,
cuando llegué a casa dormí por dos días.

Al despertar me di cuenta que había perdido mi clase de lógica
me reí de mi mismo y salí por las calles a caminar, sin miedo.
Desde entonces, empecé a tararear algo en voz baja
ahora siempre estoy haciéndolo, no se que canto
aunque eventualmente creo reconocer la melodía.

No sabemos mucho del sol o de la luna
excepto que  uno es al que le damos vuelta siempre
y la otra nos da vuelta cada día.
Es tan raro pensar que se juntan, como si el cielo fuera de papel
como si jugáramos a hacer un collage.

A veces le llamamos eclipse
a veces ganas de salir corriendo o de atrevernos a hacerlo
a veces queremos que sea el principio de algo nuevo
a veces sólo una forma de abrir los ojos con alegría
o de llorar a escondidas.


©Adrián, 21 mayo 2012

23 abril 2012

Carta a mi Madre muerta




Madre, hace tiempo no te escribo… Recuerdo que a veces intercambiábamos correos hablando de viejas historias familiares, poesía, caminatas, recetas de cocina, mejor dicho, truquitos para conseguir un buen platillo ...

Es raro escribirte sabiendo que no me contestarás, pero mi conciencia científica se toma un descanso y regreso a la posibilidad de encontrarte en sueños y que allí me sigas narrando aquella historia que nunca terminaste de escribir, aquel paseo por la casa de Castelar que se quedó trunco cuando llegaste frente al limonero, aquella película que viste en la cinemateca y no me quisiste contar el final por si yo algún día… ya sabes, las cosas que estuvieron pasando y que no podíamos compartir porque un océano de palabras se puso a vivir en medio.

Quisiera saber que pasó con el viento que entraba por la ventana y movía la cortina delicadamente, dejando pasar la suave luz de la tarde, dibujando pequeñas sombras espectrales en las paredes. Sombras que se salían de su curso, se convertían en breves seres multiformes que se iban a vivir a los cuadros, los adornos, los platos, copas y cubiertos, sombras que bailaban frente a tus ojos haciéndote descubrir un mundo que sentías profundamente tuyo, y que tratabas de entender con palabras que aun no existen en los diccionarios, un mundo que quizá ahora ayudas a dibujar… quizá ahora ayudas a que vivamos en él. Sólo dime si existe tal, susúrramelo a la hora de cocinar o de dormir, allí estarán mis orejas, atentas al jaloncito.

De bebé creo recordar tus zapatos blancos, de tacón, cuando entrabas al jardín, me agarrabas y me hacías volar por el aire, aunque sé que eso me lo contó la abuela. De niño te recuerdo terminando de pintar los cuadros de mi padre, y también los de otros artistas de aquel tiempo. De adolescente, abrazándome junto a una enredadera de bugambilia, el día que te mostré mi primer poema. Te recuerdo tratando de no llorar cuando me fui a estudiar a la ciudad. Cuando te visitaba siempre me hacías milanesas o arroz con pollo. Y me encantaba recibir tus cartas en papel de rayas celestes, con tu letra redondeada. ¿Te acuerdas cuando te ayudaba a pintarte el cabello o cuando me llevaste a tomar mi primer milkshake?. Siento decirte que casi no tomo leche en estos días, pero el recuerdo es delicioso, aunque debo confesar que el mejor de todos los recuerdos es aquel abrazo que nos diste a mi hermano y a mi en una playa al norte del Perú, aun siento el latido de tu corazón mezclándose con las olas.

Antes de despedirme quiero agradecerte por incitarme a escribir ese poema del vino, se que ambos disfrutamos la alegría inspiradora de un Malbec, a ver si nos vemos pronto y nos tomamos una copa en el balcón y hablamos de los viejos tiempos.

Te adjunto un poema que estoy haciendo y no puedo encontrar final, es uno que semeja una carta y parece estar llena de recuerdos, pero en el fondo siento que es otra cosa. Quisiera que fuera un mensaje secreto, una piedra lanzada al vacío, una gota de agua sobre el cristal invisible de la memoria …  A ver si me ayudas a terminarlo, que seguro tienes una buena idea, como eso de moler el ajo con el tenedor y esconderlo bajo los trozos de pescado a la hora de hacer ceviche.

Un beso enorme, tu hijo Adrián.

(23 Abril 2012)


© poema-carta de adrián
© foto de verita (creo, que sino, quizá fue la abuela)

21 abril 2012

De Lluvia, Vino y Arena





-Para Daniel del Solar, 13 Junio 1940 - 13 Enero 2012 -


Después de servirte un buen vaso de vino tinto
necesitas una ventana para esperar la lluvia de hoy
y un par de orejas bien afinadas
para recordar el sonido de la lluvia de ayer.

-primer sorbo de vino-

Cuando era niño pensaba que la lluvia era un montón de patos
que de repente se acordaron que tenían algo que hacer
y salían volando disparados, salpicando toda el agua del mundo.
En la adolescencia la lluvia era romántica y mojarse era un acto de fervor,
una excusa para el abrazo y la desnudez.
A los veintitantos la lluvia era un estado del alma,
a los treinta y muchos se había convertido en un estereotipo en decadencia,
después de los cincuenta la lluvia se convirtió en una máquina del tiempo
que no necesita mas combustible que la memoria.

-segundo sorbo de vino-

No me importaba mojarme
sobre todo si estaba bien acompañado
(un abrazo lo arregla todo)
La lluvia curó mis heridas mas profundas, en realidad
las lamió, y dejó en carne viva lo que hay que sacar fuera
para que se caiga solo.
Poco tuvo que ver la meteorología en esto
excepto por aquella vez en que la lluvia no me dejó llegar a tu puerta
y quise asesinar al “hombre del tiempo”.

-tercer sorbo de vino-

¿Qué necesita la lluvia para sobrevivir? …
la paciencia e ilusión de sus seguidores
cada gota  para un recuerdo bien plantado
cada trozo de humedad para un bocadillo de locura
un trozo de humanidad para explicar el choque con nubes no deseadas
y el silencio, para sentir su repicar en las ventanas.

El dedo índice dibuja un círculo en el vacío
básico y ecuménico, como el pan de cada día
como el agua y el vino en la mesa de la ultima cena
como el abrazo final, ese que te deja el ruido de lo que se fue
y después, una lista larga de pecados por cometerse
-amen amen amén que bien cometidos estuvieron-
y la lluvia seguirá cayendo
-click click click, como fotos que se disparan una y otra vez-
sobre las cabezas de los culpables los inocentes los que no saben nada
-click click click, tratando de atrapar cada instante-
sobre las cabezas de los que creen saberlo todo y se siguen preguntando
¿porque diablos cae la lluvia? ¿qué es una nube?
¿porqué estoy aquí abajo recibiendo cada gota?
cada gota cada gota
cada gota cada
click click click
gota gota
cada
clic
k
.

-último sorbo de vino-

No hay lluvia, sólo arena
camino con mis zapatos sobre ella
y cada vez que la piso siento
que dibujo un paisaje con ciudades enormes
que nunca
nunca
nunca
visitaré
… bueno …. quizá en sueños
hasta que vuelva la lluvia otra vez
y se las coma.



(Después de varios días de lluvia, pero ha llegado el tiempo del Solar)
© Imagen y poema Adrián

24 marzo 2012

(sin título)



Un pueblo es su mercado
su estación de tren su casa más antigua
su loco su cementerio
su luna casi llena brillando en el recuerdo de un beso

una ciudad es su centro comercial
su aeropuerto su edificio más alto
su estrella de rock su mausoleo
su sol inoportuno iluminando el recuerdo de un beso

somos lo que comemos
lo que andamos lo que soñamos
somos el abrazo que dimos
y el golpe que nos dieron

el amor es un cajón lleno de poemas inútiles
y unas ganas feroces de morder un cuello
y atravesar con la mayor de las indecencias
el pasillo de la cordura

aparecer de repente vestido de cicatrices
y decir sin miedo “soy yo”
y seguir siendo cualquier otro
sin que nadie se percate de la diferencia

entre pueblo y ciudad
entre cementerio y mausoleo
entre sol y luna
entre beso y beso.




© poema e imagen by Adrian, 2012

03 marzo 2012

Poema de amor desesperado



Quiero tocar tu puerta
pero no encuentro mis manos
creo que las olvidé en aquel sueño
donde acariciaba tu nuca
después de haber abrazado tu espalda por horas
o quizá
mis manos se fueron con la lluvia
para tocar los rostros
de quienes la miran de frente
y la reciben sin miedo
…pero ¿qué digo?
aquí están mis manos
escribiendo tu nombre en este trozo de papel que no es papel
en este trozo de luz que me da la sensación perfecta del vacío
escribiendo en la arena de esta playa inventada por mis ganas
esperando que llegue la ola y lo borre todo de una vez pero
no hay mar ni cielo
ni arena ni lluvia
ni luz
sólo una puerta,
tu puerta cerrada
y mis manos
que no saben qué hacer.



© Adrian, foto y poema, marzo 2012

19 febrero 2012

... Tengo un sueño ….



… sueño con un baile de heridas
cada cuerpo que se mueve es una abertura un espacio
es carne viva, una entrada al dolor o un recuerdo.
De repente dos de las heridas se detienen
se convierten en cicatriz y se sientan a descansar.

Mis dos abuelos, que nunca se conocieron
-por vivir muy lejos uno del otro, en tiempo y espacio-
siempre quedaban perplejos frente al océano.

Al abuelo de piel canela, descendiente de Mochicas
con su pizca inevitable de Español,
que vivía más al norte -por así decirlo-
desde joven le gustaba sacar caracoles y lapas de la orilla rocosa,
los comía con un chorro de limón mirando las olas del Pacífico
mientras pensaba inventar algo único
que sería un buen negocio para mantener a la familia.

Al abuelo de piel blanca, con su toque de oliva
descendiente de italianos, alemanes y españoles,
que vivía más al sur –digámoslo así-
desde joven gustaba de inhalar bocanadas de “aromar” del Atlántico
así llamaba a la brisa por ser poeta simbolista de aquellos tiempos
inventando palabras para sus futuros libros
siempre añorando tener una familia.

Ambos coleccionaban cosas.
Mi abuelo del Pacífico, clavos en frascos de vidrio, botones de metal
creó pomadas secretas para las arrugas y hasta dicen que inventó la lejía.
Mi abuelo del Atlántico, relojes de arena, monedas de dos caras
y escribía poemas a las frutas, los santos y las muchachas.
Ambos querían viajar y visitar lugares exóticos, pero nunca lo hicieron.

En una ciudad llena de cúpulas doradas, libélulas y papalotes,
sentados los abuelos, en su café favorito, por fin conversan.

“Galileo Galilei, el mensajero de las estrellas, me ha dicho en sueños”
dice uno de los abuelos “Ahora se suficiente sobre rituales
para entender que hay que rendirse ante al tiempo cósmico”

“Ventana!” Grita el otro abuelo y se levantan de golpe a mirar
algo que sucede en una ventana a lo lejos.
Llega volando un hombre elegante
vestido de negro con enormes alas blancas,
entra a una habitación dorada en donde hay una cama de luz
en la que yace una bellísima mujer que duerme placenteramente.
“Es Psyque” dice uno de los abuelos “Sí” afirma el otro
“y Cupido, que está locamente enamorado de ella
usa su magia para pasar desapercibido e infiltrarse en su recámara…”
“La raptará y llevará hasta un palacio de sirvientes invisibles”
y los dos al unísono “Mmmhhhhh”
“Durante el día ella estará sola” agrega uno de ellos
“pero al llegar la noche” dice el otro “Cupido la visitará
y le hará el amor hasta el amanecer”
Ambos se sientan en mecedoras que acaban de aparecer.

Mientras se mecen, uno de ellos piensa “Esto parece un sueño”
“Pero quizá no es nuestro sueño” replica con el pensamiento el otro
“Parece el sueño de alguien más” piensan los dos.

Se miran a los ojos tratando de reconocerse.
Uno de ellos preocupado dice “Confieso que mi cuerpo entero
padece de una antigua enfermedad violeta”
a lo que el otro agrega “Yo confieso necesitar de un Dios
para poder quejarme de todo, para contradecirlo,
retarlo y después dejar de creer en él”.

Sonríen brevemente y continúan
“Una vez me rompí el hueso de un dedo de la mano izquierda
y no me di cuenta sino hasta el día siguiente”
el otro le responde
“Yo soy incapaz de leer hasta el final las novelas”

Los abuelos empiezan a sospechar que son suficientes confesiones
y en un gesto inusual -de ambas partes-
se abrazan por primera y última vez

“Hoy alguien dirá que me has robado el sueño”
dice uno de ellos “Serás tu el ladrón” dice el otro
“Bla bla bla” le responde
ambos sonríen y se sientan en la orilla de un acantilado
que no estaba allí hace un segundo.
Las olas se transforman en hojas y las hojas
en plumas y las plumas en nudos y los nudos
en ganchos de ropa que no quieren dejar escapar las ideas del jardín…

Descubro dos cicatrices en el envés de mi mano izquierda
nunca antes las había visto, las toco con mi mano derecha y se mueven
me asusto y despierto
sin recordar mi sueño.


© Adrián, Feb. 2012
(Sueño posible gracias a las influencias de Borges, Inmaculada Luna, Elena Poniatowska, Neruda, Cortazar, Capote, Eielson, Kerouac y una pintura de Erika Meriaux)

31 enero 2012

¿Qué es Poesía?



Existe un pequeño pueblo sin asfalto, junto al mar,
con siete faros y tres acantilados,
sus pobladores no conocen la nieve
pero distinguen el ruido de cada una de las hojas
que cae en el parque central
porque ellas tienen un nombre
y son recogidas y guardadas cuidadosamente
en pequeñas urnas transparentes
y colocadas en la biblioteca de hojas de la calle principal
donde cicatrizan sus heridas y
se estudian sus nervaduras con vehemencia.
Cualquier poblador o visitante extranjero
puede entrar y leerlas e inclusive tocarlas.
El bibliotecario de hojas muertas
recomendará a los visitantes
cerrar los ojos y deslizar con sumo cuidado
las yemas de los dedos índice y pulgar
apretando casi sin apretar
para poder sentir la acumulación de imágenes
que cada hoja guarda en su cuerpo.
Siempre hay incrédulos que dan media vuelta
y se pierden la experiencia
hay algunos visitantes que salen corriendo
después de haber visto imágenes inexplicables,
pero hay quienes disfrutan hasta las lágrimas.
Así que…
En un pequeño pueblo junto al mar
lleno de faros y con las calles sin asfaltar
las hojas muertas saben contar historias.




imagen y poema
© Adrian, 1:31am, 31 Enero

22 enero 2012

Porquededondequecuando



¿Qué hacer cuando una pregunta no tiene respuesta?
¿Cómo burlarse del espejo sin burlarte de ti?
¿Cuántas veces hay que tocar la puerta para que se abra?
¿De dónde viene el aroma del silencio?
¿Tiene aroma?
¿Cómo limpiar el polvo de estrellas?
¿Qué ruido hacen las nubes al rosarse?
¿De qué color es el vestido de la muerte?
¿Qué hacer cuando una pregunta tiene demasiadas respuestas?





©imagen/texto por adrian

19 enero 2012

Se trata de sonidos...



Después de que mi madre murió
creo que puedo hacer música con cualquier objeto
atravesar las puertas sin abrirlas
y hasta comer el pan sin que el pan exista.

No es cosa de luto o calamidad
se trata de sonidos, por ejemplo,
el de la nieve detenida en los árboles
parece que no suena
pero hay que acercarse y pegar la oreja al tronco.

Los pájaros cuando duermen
sueñan que hablan y dicen cosas raras
y al despertar no entienden “ni pio”
porque no pueden aceptar que eso es posible.

Es como si el aire se hubiera alimentado del aliento
de las cosas inanimadas y de repente todo suena
cada vez que empuño el lapicero en la libreta
cada vez que aprieto las teclas o hago un silencio, todo cuenta.

Pensé que seria buena idea seguir los últimos deseos de mi madre,
las cenizas esparcidas en Castelar sonarían como las hojas
cayendo del limonero de su infancia
ese que ya no existe pero estuvo allí, tengo testigos.

Sería como reconstruir el árbol derribado
como apagar el fuego que quemó su cuerpo
como extraer el monstruo que habitó sus entrañas
como apagar las velas de un cumpleaños que faltó celebrar.

Es como si el aire se hubiera apoderado de mis esfuerzos
y escribo congelado y feliz de saber que no hay medida para la vida
sólo para el sonido que la vida expele cada vez que dice Ding dong
y respondemos clunk clank…


© imagen María López, texto Adrian, primeras horas de enero19

07 enero 2012

A veces ángel a veces árbol



A veces mi árbol sale a volar
y se topa con pájaros nocturnos que lo miran raro
como si fuera un ser extraviado, pero mi árbol
conoce la ruta para visitar aquella Cumulonimbus
de la cual estuvo enamorado una vez, y se adentra en su cuerpo
imaginando que es helado de vainilla.
A mi árbol y le gusta jugar a las escondidas
con los albatros trasnochadores
y visitar de sorpresa la isla en medio del lago
y la luna en medio del cielo.
El poder de mi árbol está en su corteza
donde lleva escrita las iniciales de los enamorados
que hirieron su cuerpo con el sólo propósito de no olvidar un beso.
A mi árbol le gusta despeinarse en pleno vuelo
y abrir sus ramas de ángel para saludar a los caballos salvajes
las ranas, vicuñas, dragones y unicornios que habitan la madrugada.
Una vez se le trepó una ardilla y le hizo cosquillas
mi árbol muerto de risa aterrizo en mi patio y me pidió ayuda
así fue como lo conocí
así fue como se quedó a vivir en el jardín de enfrente
y aunque de día se disfraza de árbol tímido y llorón
de noche sale a volar por el mundo
a repartir calabrinas y sutercaplias
cosas que inventa en su vuelo mientras nos mira a lo lejos
sabiendo lo que es volar de verdad.

© imagen y texto de Adrián
(siete de enero del dosmildoce)

05 enero 2012

LA NUEVA MÁQUINA DEL TIEMPO



Un niño viaja en el tiempo a través de las gotas de lluvia que caen en su rostro. No sabe con precisión cuando fue la primera vez que lo hizo y es difícil aceptar el hecho de estar en diferentes lugares con el sólo toque del líquido elemento que emana del cielo. De pronto está aquí y al minuto siguiente en un lugar distinto. El ahora se imagina un ser del futuro, pero es probable que provenga de muy atrás en el tiempo; suele asombrarse con cada nuevo paisaje que ve, cada persona que conoce, cada experiencia que vive. Probablemente un día hace miles de años, mientras se guarecía de una tormenta, recibió un gota de lluvia en su frente, la cual le hizo cerrar los ojos y viajar sin freno hasta el más lejano rincón del futuro; un universo poblado de extrañas maquinarias y seres espeluznantes, aunque dicho adjetivo ni siquiera existiera en aquel tiempo. Posee un recuerdo que le asombra. El cree haber estado en un futuro en donde el agua creaba paredes y techos, donde la gente vivía; allí (en las paredes) se guardaba toda la información del pasado (y quizá también del futuro) fluyendo en forma líquida y convirtiéndose en imágenes al tacto. Después de visitar las casas de agua, viajó siglos atrás, a un lugar de aroma vegetal. Recuerda haber acariciado los árboles y sentido cómo sus huellas digitales se mezclaban con las nervaduras del árbol, pudiendo viajar más profundamente, hasta los intrincados rincones de la planta. Se vislumbra caminando todo el día por un “sendero de jardines que se bifurcan” perdiéndose sin perderse, encontrándose a sí mismo en cada curva. Al anochecer, recuerda haber entrado a una casa iluminada por velas y ser testigo de una pelea verbal entre dos personas que no sabe quiénes son, y en un idioma que definitivamente no conoce. Aquellos seres no se percataron de su presencia, el niño se escabulló por una ventana ovalada hasta el techo; allí decidió descansar sentándose en el borde, y observó los grandes árboles de un tiempo en donde no había postes de luz o aviones circulando el cielo. La luna llena iluminaba el campo, y de repente el cielo tembló, y las primeras gotas fueron a parar en su rostro, así continuó sus periplos. A pesar de su enorme cuantía de viajes en el tiempo, este niño parece no tener el “tiempo” suficiente de adaptarse o aprender en cada lugar los idiomas y costumbres, sólo se dedica a observar los detalles del momento y a coleccionarlos en desorden en su mente. Por eso hoy, sentado en otro borde, en el edificio más alto imaginable que el ser humano puede construir, mira hacia arriba y el cielo despejado no promete lluvias en varios días, mira hacia abajo y se pregunta quién es él realmente. ¿Un visitante? ¿un pretexto para explicar la existencia del tiempo en sí? ¿un eco de alguien que sólo lo está imaginando? ¿un instrumento de calculo o una forma de medir las distancias y las diferencias?. En ese instante uno de sus bolsillos tiembla, allí guarda un pequeño frasco de vidrio azul, en donde hay una colección mixta de diferentes gotas de lluvia coleccionadas en cada uno de sus viajes, gotas que se mantienen absolutamente separadas una de otra, ya que pertenecen a diferentes tiempos y espacios, y cuya mezcla es tan inverosímil como la del agua y el aceite. Mete la mano a su bolsillo, extrae el frasco, desenrosca la tapa que es a la vez un gotero y al azar succiona una gota, la cual se coloca en el centro de la frente al mismo tiempo que se lanza al vacío desde el rascacielos. Su caída es mínima, ya que al instante siguiente yace en la orilla de una playa de arena blanca y vegetación exótica, las olas llegan con calma; a lo lejos se distingue una embarcación de grandes velas. El no quiere suponer nada, sólo esperará a que los extranjeros lleguen, quizá se trate de una travesía pacífica en busca de nuevos horizontes, o quizá lo atrapen y le quiten el frasco y no sepan qué hacer con él, quizá las gotas caigan esparcidas por las frentes de todos los tripulantes, los que terminarán en diferentes lugares del tiempo y la historia, influenciando así su curso. Tanto pasa por su cabeza que decide esconderse y esperar, pero se queda dormido y jamás despierta, quizá porque ya le tocaba dormir el sueño largo; pero vale ratificar que esto no es un sueño, esto es tan real como las líneas de la mano que todos poseemos. Tal vez se quedó dormido porque no se dio cuenta que usó la última gota y ya no hay más viajes que hacer, quizá lo hace para despistar a quien escribe sobre él, ya que no se puede develar su secreto, que seguirá siendo el mejor guardado entre los viajeros del tiempo, quizá.

© Imagen y texto por Adrián
(primeros días del dos-mil-doce)